El último libro de ámbito pedagógico que leí en el 2021 fue: Evaluar y aprender: un único proceso, de Neus Sanmartí Puig.

A mi parecer, es un libro práctico, aplicado, ameno y rápido de leer (yo lo leí en apenas una semana).

Neus Sanmartí estructura el libro en 6 grandes capítulos:

  1. Hacía una evaluación planteada como aprendizaje.
  2. La autorregulación vista desde el marco de la evaluación formadora.
  3. Para evaluar necesitamos datos y documentarlos.
  4. Analizar los datos para comprenderlos.
  5. La toma de decisiones: feedback, feedback y más feedback.
  6. Compartir la evaluación con las familias es más que informar.

En el post de hoy comparto contigo mis anotaciones del primer capítulo (hacía una evaluación planteada como aprendizaje). Vamos al lío...


Una evaluación vista como aprendizaje.

Neus Sanmartí nos recuerda que más allá de que se especifiquen criterios de evaluación, no hay dos docentes que ante los mismos datos hagan valoraciones idénticas. No se trata solo de una cuestión de fiabilidad, sino que, tal y como apunta la autora, las valoraciones esconden una dosis notable de ideología.

Coincido con la Neus Sanmartí cuando afirma que en los últimos años la discusión en torno al significado de la evaluación ha incidido especialmente en su finalidad. Como siempre afirmo: el primer paso para una "buena" y "justa" evaluación es tener claro el propósito.

En el libro se incide en una evaluación para el aprendizaje, de forma que se resalta la importancia de utilizar estrategias de evaluación que permitan reconocer las dificultades y hallar los caminos para superarlas. La autora afirma que:

  • Los alumnos que no aprenden, por muchas pruebas que se hagan o por más calificaciones que se reciban, desconfían de sus capacidades y dejan de esforzarse. El reto es, pues, que todos ellos aprendan a autorregularse.
  • Promover que el alumnado sepa autoevaluarse tiene, entonces, la finalidad de construir conocimientos clave de manera significativa, es decir, competencial, en vez de memorística, que le posibiliten continuar aprendiendo a lo largo de la vida y en espacios diferentes de los escolares.

Concepciones que se necesitan replantear sobre la evaluación.

Para que la evaluación forme parte plena del proceso de enseñanza y aprendizaje se requiere un cambio profundo de ideas, prácticas y emociones. La autora nos propone 4 grandes cambios:

  1. Que la evaluación sea gratificante.
  2. Que se interiorice la necesidad de evaluar para aprender.
  3. Que las personas que aprendan sean las protagonistas de la evaluación.
  4. Que se evalúen los resultados del proceso de aprendizaje solo cuando se ha aprendido.

Con estas propuestas de cambio, Neus Sanmartí nos propone reflexionar sobre el papel del alumnado en la evaluación: decimos que "corregimos exámenes" o "que corregimos trabajos" cuando, de hecho, solo la persona que ha cometido el error lo puede corregir. Los docentes podemos ayudar en la corrección de los aprendices, pero son ellos los que tienen que comprender las razones de sus dificultades y decidir cómo vencerlas. (...) Si queremos ser coherentes con una visión de la evaluación centrada en el alumnado, tenemos que conseguir que sea él o ella quien tenga el protagonismo de la evaluación.

Se nos plantea el concepto de evaluación formadora, como una evaluación que promueve que sea el propio alumno quien tome las decisiones de mejora (autorregulación). La autora la diferencia de la evaluación formativa de manera muy acertada: (...) en la evaluación formativa es el profesorado quien le dice (al alumnado) donde se ha equivocado y qué ha de hacer para mejorar.  Los conceptos de evaluación formadora y autorregulación guardan una relación directa con la motivación autodeterminada de la que ya escribí en ESTE POST.

La autora argumenta que no sirve de nada plantear una actividad para comprobar resultados si se prevé que la mayoría de los estudiantes del grupo-clase no ha aprendido. Y en relación con los elementos curriculares de la LOMLOE, Neus Sanmartí escribe:

La escuela debe hacer posible que la gran mayoría de los chicos y chicas sean competentes en todos los campos del saber en un nivel que llamaríamos básico, lo que no es incompatible con reconocer (autoevaluarse) que en relación con determinados conocimientos o habilidades uno no es experto y en otros, en cambio, sí. Aprender no se puede asimilar a una competición, aunque todavía nos cuesta cambiar esta concepción.

Este nivel básico conlleva que los jóvenes tienen que llegar a ser capaces, como mínimo, de entender la explicación de una persona experta o de un compañero en torno algún tema, argumentar su punto de vista, plantear propuestas y actuar de manera consecuente.

Se resalta también la importancia de los aprendizajes competenciales respecto de los puramente conceptuales y memorísticos: el conocimiento es inútil para quien no sabe aplicarlo; la evaluación de los resultados debe permitir comprobar que se sabe hacer.

El concepto "evaluación".

Neus Sanmartí define la evaluación como un proceso a partir del cual se recogen datos, se analizan y, en función de dicho análisis, se toman decisiones.

¿Por qué cuesta tanto cambiar el pensamiento y la práctica de la evaluación?

Coincido plenamente con Neus Sanmartí, cuando afirma, de manera contundente que, en el fondo, es un debate ideológico, ya que el planteamiento de la evaluación tiene que ver con la visión de la finalidad de la escuela. Si se piensa en términos de competitividad, la evaluación pretende poner de relieve a los mejores alumnos, escuelas, países,... y clasificarlos y ordenarlos. Por el contrario, si se piensa en términos de equidad, su finalidad es promover que todos aprendan, sin renunciar a lo anterior.

La autora termina este primer capítulo poniendo en relieve los aspectos que considera como más relevantes para la toma de decisiones y la planificación del proceso de evaluación:

  1. La finalidad, diferenciando entre evaluación para mejorar el aprendizaje o solo para calificar, clasificar y seleccionar.
  2. El qué se evalúa, que conlleva definir los objetivos de aprendizaje: académicos, de autonomía, de cooperación, emocionales,...
  3. Los criterios de evaluación, los cuales deben estar relacionados con los objetivos y ser consensuados entre el profesorado y el alumnado.
  4. Quién evalúa, que debería ser principalmente el propio alumnado (evaluación formadora).
  5. Cuándo se evalúa.
  6. Los instrumentos y estrategias, pensando si son coherentes con los fines de la evaluación y si resultan gratificantes y útiles para regular las dificultades y avanzar en el aprendizaje.
  7. Cómo se articula la comunicación entre alumnado, profesorado, familias y Administración educativa.

Y hasta aquí el primer capítulo. Continuaré con el libro en futuros post.


Feliz miércoles,

Raül

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Imagen destacada de Congerdesing en Pixabay

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