El último fin semana de septiembre fueron las fiestas de La Alquería de Aznar. Este año, como novedad, se propuso un concurso de decoración de las calles. Fuimos un total de 4 agrupaciones de vecinos los que nos echamos a la piscina.

Como en el trabajo paso mucho tiempo en la «zona de la cognición», decidí, hace bastante tiempo, que a nivel personal me focalizaría en la «zona de la acción». Intento que el tiempo personal sea una descarga cognitiva para mí. En base a este principio, mi participación decorativa se limitó a «hacer», es decir, actué de operario en todo el proceso. Es cierto que tampoco hubiera podido aportar demasiado en la fase de diseño. Mis mis habilidades artísticas son bastante limitadas.

 

Una de las tardes que estuvimos colocando telas, me paré a observar y a reflexionar. Me senté en la acera, al lado de Bala, y vi a un «montón» de personas totalmente desorganizadas. Muchas de ellas estaban literalmente paradas y mirando como alguien colocaba un adorno. También había quien deshacía lo que otros habían hecho la tarde anterior. Montar, desmontar, colocar, descolocar. No había orden, era todo un sinsentido. Ni hablar de efectividad. Ahora bien, todos y todas estaban felices. El ambiente era tremendamente agradable: chistes, risas, bromas...

No ganamos el concurso; no fuimos nada eficientes. Ahora bien, ¿perdimos el tiempo? El propósito no era ganar; tampoco era conseguir la mejor decoración posible. El propósito era cohesionar a los vecinos. Por tanto, hemos ganado. NO hemos perdido el tiempo. Ha sido una verdadera inversión social.

¿Este enfoque es acertado a nivel profesional? Salvo que el objetivo sea cohesionar al grupo, la respuesta es clara: NO. Es necesario decidir el qué y posteriormente el cómo. ¿Qué diseño de calle queremos? ¿Cómo vamos a llevarlo a la práctica? ¿Qué recursos nos hacen falta? ¿Cómo estructuramos las acciones? ¿Quién hará cada acción? ¿Cuándo debe empezar y terminar?

Obviamente sin planificación no hay efectividad. Ahora bien, ¿Qué debemos preguntarnos antes? ¿Es el «qué»? o... ¿Es el «para qué»?

Ningún viento es favorable para quien no sabe donde va.

SÉNECA


Aquí dejo mi humilde conclusión:

Siempre debemos preguntarnos el «para qué» y en función de la respuesta enfocar nuestras acciones de una o de otra forma. Buscar la efectividad puede ser muy acertado en la mayoría de nuestras actividades profesionales, pero a nivel personal no suele ser siempre la mejor opción. Lo evidencia de manera muy acertada Oliver Burkeman en su libro «4000 semanas. Gestión del tiempo para mortales», del que escribí algunos post hace un par de años:


Feliz miércoles.

Raül

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