Roger y Queralt caminan hacia la independencia. De momento nos han pedido dormir cada uno en una habitación y desde hace un par de semanas duermen solos. Este cambio logístico nos ha «obligado» a comprar muebles y bueno... hemos aprovechado para pintar sus habitaciones.

Ayer, mientras daba esta segunda mano de pintura, me vino a la cabeza el tema de hoy: «la segunda pasada». El lunes por la tarde dimos la primera mano de pintura y la verdad es que el resultado no fue estéticamente bueno. Sabíamos que hacía falta una segunda mano y así lo hicimos ayer. Es tremendo el cambio que aporta esa segunda mano de pintura. ¿Ocurre lo mismo en otros ámbitos?

Un extracto de lo que me ha devuelto Gemini al preguntarle es:

Las segundas pasadas, ese acto de volver a hacer algo que ya se ha hecho, pueden ser vistas desde diferentes perspectivas. En algunos casos, representan una oportunidad para mejorar, corregir errores o alcanzar un resultado más satisfactorio. En otros, pueden ser un indicio de falta de confianza, inseguridad o incluso resignación ante la posibilidad de fallar.

    • Las ventajas de las segundas pasadas: mejora (...), precisión (...) y confianza (...).
    • Las desventajas de las segundas pasadas: pérdida de tiempo (...), inseguridad y resignación (...)

Las segundas pasadas son recomendables en tareas complejas (...), para el aprendizaje (...) y en caso de duda (...). En contraposición, deben evitarse en tareas simples, para conseguir el exceso de perfeccionismo y para suplir la falta de confianza (...).

En definitiva, las segundas pasadas no son ni buenas ni malas en sí mismas. Su utilidad dependerá del contexto, la tarea en cuestión y la actitud con la que se aborden. Utilizarlas con criterio y discernimiento puede convertirlas en una herramienta valiosa para el aprendizaje, la mejora y la búsqueda de la excelencia.


¿Cuándo dar la «segunda pasada»?

Personalmente creo que deberíamos «dar una segunda pasada» a muchas más cosas. La pintura es un buen ejemplo, pero: ¿Qué me dices de la segunda lectura de un libro? ¿Y de los detalles que no habías percibido la primera vez que viste una «peli»? ¿Y de los errores que identificas cuando relees un informe?

Ahora bien, no creo que la mejor opción sea «dar una segunda pasada» inmediatamente después de la «primera pasada». Como ocurre con la pintura, debemos dejar que primero «seque la primera mano». Como diría Héctor Ruíz: «práctica espaciada».


¿Podemos relacionar las «segundas pasadas» con las «segundas oportunidades»?

Vuelvo a Gemini:

Las segundas oportunidades son un tema complejo, envuelto en una danza entre el deseo de redención y la cautela ante la posibilidad de repetir errores. Algunos las consideran un salvavidas, mientras que otros las ven como un camino plagado de riesgos. ¿Mito o realidad? La respuesta no es tan simple.

Es innegable que el ser humano es capaz de cambiar. El aprendizaje y la madurez nos transforman, permitiéndonos superar errores del pasado. En este sentido, una segunda oportunidad puede ser la llave para enmendar errores, fortalecer relaciones y construir un futuro mejor.

Sin embargo, la decisión de dar o recibir una segunda oportunidad no debe tomarse a la ligera. Es fundamental analizar la situación con detenimiento, evaluando las causas del error, el compromiso de cambio y la posibilidad de que este se repita.

Creo que existe cierto grado de correlación. A mi parecer, debemos dar una segunda oportunidad (una segunda pasada) cuando reconocemos que se ha cometido un error y/o cuando existe compromiso de cambio.


Las segundas oportunidades/pasadas no son una garantía de éxito, pero pueden ser una puerta hacia el crecimiento y la mejora. Ahora bien, no se trata de dar segundas oportunidades/pasadas a la ligera, deben darse cuando estemos abiertos al error y tengamos voluntad de cambio. Además, debemos darla en el momento oportuno (debemos dejar fermentar).

Feliz miércoles.

Raül

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