Mo Gawdat, en su libro «El algoritmo de la felicidad», propone la siguiente expresión algebraica:

Felicidad ≥ Eventos de la vida - Expectativas

Es decir, Gawdat asegura que la felicidad es la diferencia entre lo qué realmente nos ocurre (los eventos de la vida) menos nuestras expectativas sobre lo que nos debería ocurrir. El libro se centra en cómo ajustar nuestras expectativas y percepciones para encontrar la felicidad, independientemente de las circunstancias externas. El autor nos propone:

  1. Aceptar la realidad y reconocer que no podemos controlar todos los eventos de la vida, pero sí cómo reaccionamos ante ellos (dicotomía de control).
  2. Reducir las expectativas, siendo realistas y flexibles. No se trata de conformarse, sino de ser consciente de lo que es razonable esperar.
  3. Vivir el presente, para dejar de preocuparnos de lo que ya no podemos cambiar y de lo que todavía no ha ocurrido (reducir la ansiedad).
  4. Practicar la gratitud, para apreciar lo que tenemos en lugar de centrarnos en lo que nos falta.
  5. Reevaluar nuestras creencias con el objetivo de que NO nos limiten y de desafiar pensamientos negativos y suposiciones erróneas.
  6. Desarrollar la autocompasión, siendo amables con nosotros mismos y aceptar las imperfecciones.

Espero que hayas disfrutado del verano. Yo lo he hecho. He desconectado del trabajo y he conectado al 100% con la familia. Precisamente el fin de semana pasado estuve en los Pirineos con Roger. Él y yo solos (tiempo uno a uno).

El viernes por la mañana salimos de viaje. A mediodía llegamos al balneario de Panticosa y a primera hora de la tarde ya estábamos en el refugio Bachimaña (2.200m). Esa tarde rodeamos los ibones de Bachimaña (el alto y el bajo) y al día siguiente salimos a coronar el pico Garmo Negro (3.058m). Es un 3.000, pero técnicamente el más sencillo de todos. No llegamos a la cima. Nos quedamos a menos de 1km de distancia y a escasos 300m de la cima. Empezó a llover a los 10 minutos de salir del refugio y no paró hasta que decidimos dar la vuelta. Poco más de 2 horas de ascensión sin parar de llover.

Mis expectativas pasaban por llegar al pico con Roger. Me hubiera gustado que coronara su primer 3.000 con tan solo 9 años de edad. Fue un reto que le propuse a principios de verano y que él inmediatamente aceptó. Hemos entrado durante semanas. Roger llegaba a los Pirineos sobradamente preparado de forma y con el equipo técnico más que suficiente para llegar a Garmo Negro; incluso con lluvia. Cuando decidimos darnos la vuelta me cayó el mundo encima: mis expectativas no se iban a cumplir. Los primeros 10-15 minutos de descenso estuve triste y muy pensativo. Creo que Roger no se dio cuenta. Él también descendía pensativo y callado, pero no se le veía triste. De hecho, cuando mejoró el tiempo y dejó de llover, se desató la «cotorra que lleva dentro»; se le veía muy contento.

Tras este puñetazo de realidad y una vez trascurridos esos 10-15 minutos de reflexión, llegué a la conclusión de que, a pesar de no haberse cumplido mis expectativas, sí me encaminaba hacía el verdadero propósito de esta aventura. Tener la oportunidad de compartir con Roger una de mis grandes pasiones, pasar tiempo «uno a uno», permitir que conozca los Pirineos, pasar una noche en un refugio de montaña... Además, toda la fase previa: entrenar, diseñar el itinerario, planificar el equipo necesario... Dudo que Roger sea consciente de lo que ha ocurrido estas últimas semanas y concretamente el fin de semana pasado. Difícilmente habrá calado todo lo que quise trasmitirle: la importancia de la preparación, la planificación y la previsión; la relevancia de la resiliencia; el respeto por la naturaleza, el amor que siento por él...

En el viaje de vuelta, conversando con Roger y reflexionando sobre el fin de semana, intenté trasmitirle, de la forma más nítida y clara que supe, lo orgulloso que estaba de él, pero también lo agradecido y afortunado que me sentía de poder pasar ese fin de semana con mi hijo, independientemente del resultado. Le dije también que lo quiero tal y como es, le guste la montaña o la playa, el atletismo o el «ping pong». También creo haberle dejado claro que no le propondría de nuevo este reto, pues NO quiero que se preocupe por cumplir mis expectativas. Le dije que si él me proponía repetir este reto, o cualquier otro, estaría encantado de acompañarle

En conclusión, un fin de semana fantástico, en el que me he sentido profundamente feliz. Creo que he sabido aceptar la realidad, adaptar mis expectativas, vivir el presente, practicar la gratitud, reevaluar mis creencias y desarrollar la autocompasión. Tengo la esperanza de que haya sido también una fuente de importantes aprendizajes para Roger y que, aunque ahora mismo no sea consciente, en un futuro pueda llegar a apreciar y valorar estas últimas semanas.

Gràcies Roger!


Feliz miércoles.

Raül

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