En ESTE POST inicié el resumen del libro «Educar para un mundo cambiante» de David Perkins. Hoy, con gran entusiasmo, finalizo la serie, reflexionando sobre sus dos últimos capítulos, que considero verdaderas joyas para repensar nuestra labor educativa.


Grandes destrezas

David Perkins nos introduce en el fascinante concepto de las «grandes destrezas», que él define como aquellas capacidades amplias e inclinaciones fundamentales para vivir y prosperar en el dinámico mundo actual. A lo largo de este capítulo, el autor nos presenta diversos marcos que nos ofrecen listados de estas destrezas esenciales, así como enfoques para cultivarlas en el aula y fuera de ella.

Algunos de estos marcos incluyen:

  • El marco de las habilidades del siglo XXI de EE. UU.: que destaca el pensamiento creativo y crítico, la colaboración, el liderazgo, entre otras.
  • Las 4 C: Comunicación, Colaboración, pensamiento Crítico y Creatividad. Un esquema conciso pero potente.
  • El marco de referencia europeo: conocido por nuestras «competencias clave».
  • Las 7 habilidades de supervivencia: que abarcan el pensamiento crítico y la resolución de problemas, la colaboración en redes y el liderazgo por influencia, la agilidad y la adaptabilidad, entre otras habilidades vitales.
  • Hábitos de la mente (Art Costa y Bena Kallick): propuestas como la gestión de la impulsividad, la comprensión y la empatía, y la capacidad de interrogar y plantear preguntas.
  • Las 5 mentes de Gardner: la mente disciplinada, la mente sintética, la mente creativa, la mente respetuosa y la mente ética.

Desde un punto de vista funcional, Perkins subraya que las grandes destrezas no pueden operar en el vacío. Necesitan un contenido robusto sobre el que desplegarse. No podemos practicar habilidades de pensamiento sin algo de peso sobre lo que reflexionar, ni podemos desarrollar perspectivas responsables sobre problemas globales sin una comprensión profunda de lo que significan. Y así sucede con tantos otros temas que abordamos en educación.

Perkins defiende con convicción que integrar las grandes destrezas en el aprendizaje del contenido no solo ayuda a enseñar mejor ese contenido, sino que lo potencia. Esto es especialmente cierto cuando nuestro objetivo va más allá de la mera adquisición de información, buscando la comprensión, y no solo la comprensión de las cosas, sino la comprensión a través de ellas.

El término «infusión», introducido por Robert Swartz, es clave aquí. Hace referencia a la unión intrínseca del pensamiento y el contenido. A diferencia de los enfoques individualistas que optan por crear cursos separados para habilidades de pensamiento, la «infusión» propone mezclar disciplinas y emplear diversas estrategias que permitan un aprendizaje holístico del pensamiento. Esto es precisamente lo que en el sistema educativo español hemos intentado introducir a través de los «proyectos interdisciplinares» y la agrupación de áreas y materias en «ámbitos».

De acuerdo con la tesis de Perkins, me parece innegable que el desarrollo de las «grandes destrezas» debería producirse a través de la integración (o «infusión»), y no a través de una enseñanza individual y fragmentada. Tres argumentos sólidos que sustentan esta postura son:

  • Crear un hueco para una nueva «cubeta» o disciplina del conocimiento en un currículo ya denso es un desafío monumental. La integración se presenta como una vía más eficiente.
  • Entretejer las grandes destrezas permite profundizar significativamente en el aprendizaje de las disciplinas y de los temas transversales. No restan, sino que suman valor.
  • El desarrollo integrado (o «infusionado») facilita que las grandes destrezas encuentren contextos de aplicación auténticos y relevantes, lo que fomenta un desarrollo más robusto y una transferencia más efectiva a nuevas situaciones.

No se trata, entonces, de invertir el currículo por completo, es decir, de partir únicamente de las grandes destrezas para luego intentar encajar las disciplinas. Más bien, la propuesta de Perkins aboga por un currículo «agitado y removido», un currículo recalibrado y pertinentemente adaptado a la vida que, muy probablemente, tendrá el alumnado de hoy.


El conocimiento en el camino de la sabiduría

En este último capítulo, David Perkins nos regala un epílogo que bien podría considerarse un recopilatorio de las conclusiones más influyentes de los capítulos anteriores. Me permito destacar algunas de ellas:

  • Necesitamos conocimientos de gran influencia, aquellos que se traduzcan en aplicaciones directas y que alimenten el aprendizaje para toda la vida de diversas formas y en múltiples frentes: práctico, político, social y estético.
  • No existe una respuesta única y concreta a la pregunta fundamental: «¿Qué merece la pena aprender?» La respuesta está intrínsecamente ligada a diferentes condicionantes: ¿Para quién? ¿Cuándo? ¿En qué contexto? ¡Existe una riqueza abrumadora de opciones entre las que elegir!
  • El verdadero desafío no radica en la ausencia de la respuesta perfecta, sino en la presencia de tantas respuestas que, lamentablemente, no son del todo óptimas.
  • El aprendizaje que genuinamente prepara para la vida exige una experiencia basada en «pensar con el tema»:
    • Pensar con lo que sabemos sobre el funcionamiento de las enfermedades para gestionar nuestra propia salud o considerar problemas de política pública.
    • Pensar con lo que sabemos sobre un soneto de Shakespeare para leer otros tipos de poesía e incluso prosa de una manera más compleja y abierta.
  • La comprensión como aplicación implica la capacidad de aplicar lo aprendido de forma flexible en otras áreas, lo que conocemos como transferencia del aprendizaje.
  • El aprendizaje que prepara para la vida fomenta un estado de alerta constante sobre cómo establecer conexiones significativas entre las ideas del presente y las oportunidades que nos deparará el futuro.

Un posible colofón o conclusión final del libro, y que comparto plenamente, sería el siguiente:

No es posible ni deseable priorizar de manera absoluta entre los «cubos» basados en disciplinas y los «cubos» basados en temas transversales. Diferentes estructuras pueden funcionar con éxito: podemos priorizar las disciplinas, priorizar los temas transversales, o, lo que me parece más prometedor, combinar ambos enfoques. Cualquier sistema razonable puede ser efectivo si se le presta la atención necesaria y se es sensible al contexto y a las necesidades de cada momento. Lo más importante, entonces, no es si las disciplinas o los temas transversales son los reyes del mambo, sino que ambos jueguen un papel activo y relevante en la sinfonía educativa.

David Perkins


Mi conclusión de «Educar para un mundo cambiante»

Coincido plenamente con la propuesta de David Perkins. Creo que es imperativo replantearse el enfoque del proceso de enseñanza y aprendizaje, pero sin la necesidad de un giro de 180 grados. Pienso que la solución reside en la templanza y en una combinación rigurosa, fundamentada y eminentemente práctica entre las competencias específicas o resultados de aprendizaje de cada área/materia/módulo profesional y las competencias clave o competencias y objetivos generales. Desde mi humilde perspectiva, el proceso de enseñanza y aprendizaje no debería basarse únicamente en el desarrollo individualizado de cada área o disciplina. Más bien, debería combinar el desarrollo individual de cada disciplina con situaciones de aprendizaje cuidadosamente fundamentadas y planificadas que las integren de manera significativa y con un propósito claro.


Felices vacaciones de verano. Nos «leemos» a partir de septiembre.

Raül

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NOTA: este post es una versión actualizada del que publiqué en re-programa.com el 27/03/2024

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