Hoy inicio una serie de reflexiones sobre una obra clave para repensar la enseñanza en nuestro tiempo: «Educar para un mundo cambiante», del reconocido investigador David Perkins.
Estructura de la obra
El libro se organiza en un prólogo, una introducción y diez capítulos que nos guían en la búsqueda de un aprendizaje verdaderamente valioso:
- Un aprendizaje que merece la pena para toda la vida.
- Programas de aprendizaje.
- Grandes temas de comprensión.
- Grandes preguntas.
- Aprendizaje para la vida.
- Los siete mares del conocimiento.
- Formas de conocer.
- Montones de conocimiento.
- Grandes destrezas.
- El conocimiento en el camino hacia la sabiduría.
En cada nueva publicación, profundizaré en estas ideas y enlazaré los artículos en este índice. ¡Comenzamos!
Aprender para el mañana
El autor sostiene que la condición humana, a pesar de los riesgos, se fundamenta en la curiosidad. Preguntas como «¿cómo funciona el mundo?» o «¿qué herramientas podrían emplearse para una tarea concreta?» son ejemplos de lo que Perkins denomina un «problema productivo»: un motor de avance social.
En este contexto, el autor destaca corrientes de centros educativos y docentes que ya están superando los límites de la enseñanza tradicional. Su enfoque va más allá de:
- Las disciplinas tradicionales. Apuestan por campos del saber renovados, híbridos y menos convencionales, como la bioética, la ecología o los estudios de género.
- Las asignaturas aisladas. Fomentan el abordaje de temas y conflictos interdisciplinares, como las causas de la pobreza o las distintas fuentes de energía.
- Las perspectivas locales. Abren la mirada hacia enfoques, conflictos y estudios globales, trascendiendo lo puramente regional.
- El mero dominio del contenido. Priorizan el aprendizaje profundo, enseñando a pensar con el contenido y a aplicarlo en contextos del mundo real.
- El contenido prescrito. Buscan activamente una variedad de saberes más amplia y relevante.
En definitiva, comprenden que las habilidades instrumentales básicas y las disciplinas tradicionales, enseñadas como silos independientes y con fines puramente académicos, ya no bastan. El universo de lo que necesitamos aprender está en plena expansión.
Capítulo 1: Un aprendizaje que merece la pena
En un contexto educativo amplio, cuestionarse el valor que el conocimiento aporta a la vida es una reflexión no solo pertinente, sino fundamental. David Perkins lo expresa de forma contundente:
El conocimiento es útil solo si se presenta la ocasión de recurrir a él y, de este modo, mantenerlo vivo. Para que merezca la pena aprenderlo, el conocimiento debe «ir a alguna parte».
Más allá de los saberes básicos y los específicos de una profesión, ¿qué aprendimos en la escuela que realmente nos sirva ahora? Contenidos como «la Revolución francesa» o «las artes escénicas» encierran un potencial duradero, pero solo si quienes aprenden logran conectar esas experiencias con facetas del mundo real y con sus propias creencias y conductas.
El dilema de las ecuaciones de segundo grado.
Pensemos en las ecuaciones de segundo grado, un contenido recurrente en nuestro sistema educativo. ¿Para qué sirven en la vida de la mayoría de las personas? Perkins sugiere, con cierta ironía, que su principal utilidad parece ser la de preparar a la siguiente generación de docentes para que, a su vez, las puedan enseñar.
Esto nos enfrenta a un coste de oportunidad: el tiempo dedicado a contenidos de escasa aplicabilidad vital podría invertirse en otros aprendizajes más significativos. La pregunta no es solo si está bien aprender algo, sino qué dejamos de aprender en su lugar.
Entre el entusiasmo y el currículo.
Perkins defiende un diseño educativo que identifique y potencie las áreas que apasionan al alumnado, ofreciendo espacios como asignaturas optativas, módulos en línea o tutorías. No obstante, reconoce que un currículo básico no puede girar únicamente en torno a los intereses individuales.
El reto consiste en encontrar un equilibrio: definir qué conocimientos serán probablemente más útiles para la mayoría y, al mismo tiempo, fomentar la pasión y dejar espacio para que florezca el entusiasmo particular de cada estudiante. No podemos resignarnos a una realidad improductiva simplemente «porque siempre se ha hecho así». Se trata de ser profesionales de la educación con templanza, capaces de combinar y equilibrar.
Educar para lo desconocido.
A menudo, se pide al alumnado que aprenda una ingente cantidad de información para la clase (y para el examen) que, con toda probabilidad, no desempeñará ningún papel en su vida. Esto nos lleva a una conclusión ineludible: necesitamos una visión diferente.
Necesitamos una educación que prepare para afrontar lo desconocido, no solo lo conocido. Una visión que, sin dejar de estimar lo que probablemente sucederá, destaque la necesidad de un conocimiento flexible y adaptable a cualquier escenario futuro.
La obsesión por memorizar la información de los libros de texto es parte del problema, ya que el mundo para el que educamos es una diana en movimiento. Para prosperar, las personas necesitan ir más allá de los fundamentos y despertar la curiosidad por las «cajas que aún no han sido abiertas». Necesitamos un programa educativo más audaz: educar para lo desconocido.
Perkins propone reimaginar la educación a través de cuatro grandes búsquedas, que exploraremos en próximos artículos.
La próxima semana continuaremos desgranando las claves de este maravilloso libro...
Feliz finde.
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NOTA: este post es una versión actualizada del que publiqué en re-programa.com el 20/03/2024