La semana pasada inicié el resumen del libro «Familias inteligentes» de Antonio Ortuño. Hoy termino la reseña. Vamos al lío...


El semáforo rojo.

En este color, las personas adultas son las que deciden. No se pregunta a los hij@s. ¡Se afirma! Es un espacio en el que l@s hij@s deben (y necesitan) sentir que los padres y las madres deciden para aportar seguridad y protección.

Ahora bien, es necesario emplear una «autoridad empática». La autoridad es la legitimidad, el mérito, el prestigio que una persona se gana por su forma de tratar a los demás, por su forma de ser, por su dignidad, por su forma de ayudar, por su manera de tomar decisiones. Por su parte, la empatía es la capacidad que tiene el ser humano para ponerse en el lugar de otra persona, mostrando comprensión y dando respuesta a sus necesidades e intereses. Teniendo en cuenta ambos conceptos, Antonio Ortuño define la autoridad empática como la «facultad legítima de tomar decisiones en las áreas de convivencia donde se tiene el control, poniéndose en el lugar del otro y respondiendo a sus necesidades e intereses».

Otro ítem importante en el semáforo rojo es pasar del castigo a la toma de decisiones. El autor afirma que si se ejerce bien la autoridad, no es necesario utilizar el castigo. Ortuño nos recuerda que el castigo no sirve para fomentar la responsabilidad, porque son las personas adultas quienes deciden, de forma que los hijos e hijas se empequeñecen. En lugar del castigo, hay que motivar para que l@s hij@s tomen decisiones.

Se trata de conseguir el éxito y no de evitar el fracaso.

Antonio Ortuño

Utilizar el semáforo rojo requiere saber decir «NO». Ortuño resalta la necesidad de mantener la postura: «un NO es un NO y en ningún caso puede ser NO de palabra y SÍ de conducta». Debemos mantenernos firmes para aportar seguridad y confianza. Nunca hemos de contradecirnos. El «NO» tiene 3 componentes:

  1. Pensamiento. Cuando se decide decir NO.
  2. Lenguaje. Cuando se dice NO.
  3. Conducta. Cuando se ejecuta la acción asociada al NO

Para ser coherentes los tres NO deben ser tres NO. Lo que se dice hay que hacerlo. Si existe contradicción fomentamos la inseguridad y la desconfianza.

El NO no se puede negociar, pues de lo contrario no somos de fiar y fomentaremos siempre la réplica.

Antonio Ortuño

El autor nos presenta las reacciones más habituales ante el NO:

  • Reacción emocional. Se produce frustración porque no se cumplen las expectativas.
  • Solicitud de información. Se busca información para convertir el NO en un SÍ.
  • Estrategias provocadoras:
    • La persuasiva. Es una estrategia sana que suele aparecer en primer lugar. Se argumenta para obtener el SÍ.
    • La provocación manipulativa. Suele venir en segundo lugar y en este caso no es una estrategia sana. Pretende encontrar el SÍ a toda costa: mentir, faltar al respeto, incluso violencia.

Es importante anticipar estas tres o cuatro reacciones, pues de este modo es más fácil mantener el NO y hacerlo con serenidad.

Antonio Ortuño nos regala algunas herramientas para decir NO:

  • Ante las emociones: la mirada empática. Se trata de atender el plano emocional. Para tolerar la frustración, por ejemplo, es necesario la validación adulta.
  • Ante las explicaciones: brevedad argumental. Se le debe dar una explicación única, breve y equilibrada. Se trata de ofrecer una única explicación y repetirla las veces que haga falta.
  • Ante la provocación: estrategias asertivas. Ejemplos: esa es tu opinión; puede ser lo que dices; quizá la próxima vez pueda ser así; tú crees esto y yo creo…

El semáforo amarillo.

Este color se emplea cuando l@s hij@s ya tienen cierto control sobre la situación y pueden tomar decisiones bajo la supervisión de las personas adultas. Por tanto, el color amarillo se basa en la negociación, busca el compromiso, resalta el beneficio mutuo.

Para que el color amarillo funcione bien, es necesario buscar el equilibrio entre los deseos y las obligaciones. Para ello, se debe ejercer un control externo que facilite el autocontrol, canalizando el conflicto para que sean l@s hij@s cada vez más protagonistas en su gestión. Cualquier consecuencia imprevisible puede generar enfado incluso ira. El control de la conducta requiere conocer las consecuencias. ¡Cuánto más predecible sea la situación, mejor!

Ortuño defiende que las órdenes son inútiles y que lo importante no es que obedezcan las normas adultas. Afirma el autor que las normas no están para cumplirlas, están para fomentar la responsabilidad.

Los niños no quieren ser obedientes, quieren ser responsables.

Antonio Ortuño

Antonio Ortuño afirma que la clave se encuentra en saber dar la vuelta a la situación y delegar en l@s hij@s la toma de decisiones para que la preocupación pase del cerebro adulto al cerebro del hij@. Se trata de reducir el número de órdenes y aumentar las posibilidades de negociación.

Por tanto, el semáforo amarillo se basa en la negociación. Antonio Ortuño nos presenta la siguientes fases para aprender habilidades de negociación:

  1. El compromiso inteligente. Es necesario mostrar confianza en que el hijo y la hija pueden ser responsables. Se les debe dar la oportunidad de participar en la negociación, deben tener protagonismo. Para ello, es necesario equilibrar deseos y obligaciones. Cuando el hij@ desee algo, tenemos la oportunidad de asociarla a una de sus obligaciones, a través de un lenguaje positivo, claro y firme, pero amable y respetuoso.
  2. La espera inteligente. Es interesante establecer mecanismos para despertar el sistema de anticipación de recompensas. L@s hij@s deben pensar en las consecuencias de su comportamiento; deben tener claro cómo satisfacer sus deseos. Para ello es necesario que el sistema de anticipación de la persona adulta se anule, es decir, tener paciencia y dejar tiempo para que la parte racional del hij@ se imponga a la parte emocional.
  3. Aplicación de consecuencias. En la metodología de las familias inteligentes, no importa la decisión en si misma, sino el hecho de decidir. Si queremos fomentar la responsabilidad, es vital aplicar las consecuencias pactadas; no deben haber sorpresas. Las personas adultas deben respetar la decisión del hij@, quien a su vez, debe asumir las consecuencias de su decisión. La persona adulta debe mantener la calma independientemente de la decisión del hij@ y aplicar el acuerdo previamente pactado. Se deben evitar las amenazas del adulto y mostrar tranquilidad con la decisión del hij@. Nunca debemos ceder ante la provocación del hij@ por el cumplimiento de las consecuencias derivadas de su decisión. Hay que contestar a las provocaciones sin excesivas explicaciones, entendiendo las emociones con empatía y respondiendo de manera asertiva (con calma y respeto). La respuesta a la provocación tiene dos partes:
    1. El desarme asertivo. Se trasmite calma y se demuestra que se ha entendido el mensaje, pero que no se está de acuerdo: es posible que tengas razón; quizá sea así...
    2. El compromiso reiterado. Se trata de repetir el compromiso adquirido cada vez que aparezca la provocación, controlando las emociones, con firmeza y amabilidad.
  4. El silencio inteligente. Los padres y las madres deben dejar que la parte racional del hij@ dialogue con la parte emocional. Para ello, es necesario tener paciencia y utilizar el «silencio inteligente», es decir, un silencio externo que potencie el lenguaje interno.

Seguro que tanta negociación puede plantearte dudas. Antonio Ortuño recoge algunas de ellas y nos las responde:

  • ¿Esto no es chantajear a los hijos? NO porque el semáforo amarillo respeta la decisión del hijo, aplica las consecuencias pactadas y deja que saque sus propias conclusiones. Es decir, enseña a los hijos a tomar sus propias decisiones.
  • ¿Si es que no está motivado por nada?  Es necesario tener paciencia y empatizar con las reacciones negativistas desafiantes y las provocaciones de nuestros hijos, pero debemos ser firmes: tomar decisiones responsables y cumplir con las consecuencias (ser coherentes).
  • ¿Hasta cuando hay que estar así? Hasta que haya interiorizado y automatizado la conducta. Usualmente ocurre cuando el hijo empieza a negociar por iniciativa propia («mamá, si termino los deberes, ¿puedo bajar al parque?»). Llegado este punto, es momento de pensar en el semáforo verde.

El semáforo verde.

El color verde es en el que el control de la situación y la responsabilidad recae en el hij@. Las personas adultas acompañan y están disponibles, transmitiendo respeto y confianza.

Los padres y las madres deben alentar hacia la autonomía y es en este color es dónde se incrementa la sensación de dominio sobre la realidad, dónde se mejora la autoeficacia y se fortalece la autoestima.

A través del color verde se debe superar la preocupación y para ello es necesario cuestionarse la realidad, indagar, dar la vuelta a los datos, abrir posibilidades, analizar racionalmente los riesgos, incertidumbres y miedos con inteligencia emocional. La preocupación inteligente es la adecuada para fomentar la responsabilidad de los hijos.

Antonio Ortuño

Asegura el autor, que, en general, las explicaciones y los razonamientos solo funcionan cuando son demandadas por l@s hij@s. Un exceso de explicaciones puede generar inseguridad. Por tanto, se trata de estimular lo que el hij@ puede y decide hacer.

Ahora bien, para poder asumir responsabilidades, es necesario conseguir previamente un ambiente estructurado y organizado en el tiempo. En el color verde, l@s hij@s pueden decidir lo que quieren, siendo responsables de sus actuaciones y sus consecuencias. Las personas adultas deben respetar y mantener lo pactado previamente.

Obviamente el semáforo verde supone riesgos. Ahora bien, son riesgos que tarde o temprano se tienen que correr. Ortuño afirma que para ser «buenos» padres y «buenas» madres hay que aprender a controlar la necesidad de controlar. Es necesario confiar en la capacidad de nuestr@s hij@s. Ortuño nos presenta la técnica de los 3 escalones:

  1. Atender a la emoción. Es vital validar las emociones que hay detrás de un discurso.
  2. Ayudar a activar la parte racional y la creatividad.
  3. Mostrar confianza en la capacidad y respeto en su decisión.

Ideas marco de la familia inteligente

El séptimo y último capítulo del libro nos presenta una serie de ideas marco que siempre debe tener presente una «familia inteligente». A saber:

  1. Proyecto de vida colectivo. Se debe mantener un equilibrio entre las necesidades individuales (afilar la sierra) y las necesidades de la familia (tiempo juntos).
  2. Reparto inteligente del protagonismo. Se debe reconocer el protagonismo individual y mostrar interés por las experiencias individuales y las vivencias de todos los miembros de la familia.
  3. El humor como herramienta educativa. El sentido del humor supone una actitud tolerante hacia la vida y sus contratiempos.
  4. El pasado como experiencia y anticipación al futuro. Se debe utilizar el pasado como trampolín y no como sofá. Por su parte, se debe abrazar el futuro asumiendo con responsabilidad que crecer implica vivir de crisis en crisis y que lo único constante es el cambio.
  5. El teatro de la vida. La familia es el escenario ideal para entrenar la responsabilidad y el compromiso, es decir, es un contexto que puede simular la realidad de la vida. Se debe tener paciencia y confiar en las capacidades de los hijos.
  6. La educación en positivo. Hay que educar con alegría y optimismo.
  7. Reciprocidad en el aprendizaje. Aprenden los hijos de los padres, como los padres de los hijos.
  8. Equilibrio deseos y obligaciones. Debe haber tiempo de calidad para todo. Las actividades deben ser ociosas y para ello deben cumplirse tres requisitos: que sean placenteras, que sean elegidas y no impuestas y que la actividad sea un fin en si misma (no un medio para conseguir un fin).
  9. Fuentes de información creíbles. Coherencia, amabilidad, cordialidad, confianza… son objetivos esenciales de las interacciones familiares.

En resumen.

La propuesta de Antonio Ortuño es tremendamente coherente y desde mi humilde punto de vista, tremendamente acertada. Por supuesto que recomiendo la lectura íntegra y detenida del libro «Familias inteligentes». Como ya anticipé la semana pasada, la lectura es sencilla y amena. Además el libro incluye viñetas que ejemplifican el mensaje que quiere transmitir el autor (en este post he incluido solo tres de las numerosas viñetas que podrás visualizar en el libro).

Aunque aparentemente la idea central es sencilla, llevarla a la práctica requiere de mucha reflexión y de un gran trabajo familiar. Nosotros, en casa, hemos empezado a definir las actividades y a asignarles color. No es sencillo, pues existen diferentes formas de enfocarlo. Mi humilde recomendación es la de empezar con aquellas actividades que generen conflicto en casa y construir el semáforo poco a poco, según necesidades.


Con este post me despido hasta septiembre ¡Pasa muy buen verano!

Raül

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Imagen destacada generada con IA. Imágenes del cuerpo del texto tomadas del libro «Familias inteligentes»