Las últimas tres semanas el trabajo me ha llevado a supervisar el Plan de Actuación para la Mejora (en adelante PAM) de varios centros educativos. Esta supervisión supone una evaluación externa de programas educativos y de esto voy a escribirte en la entrada de hoy.

¿Y qué es esto del PAM?

El  PAM es un  proyecto de la Conselleria de Educación de la Comunidad Valenciana que reguló inicialmente la Orden 38/2016 y que debe desarrollarse por todos los centros públicos y privados concertados que impartan enseñanzas de educación infantil, primaria, secundaria, formación profesional básica, educación especial y formación de personas adultas. Su objetivo es el de potenciar el desarrollo personal, intelectual, social y emocional del alumnado para reducir las tasas de abandono escolar prematuro, así como proporcionar atención educativa para compensar desigualdades en la educación, desde una perspectiva inclusiva. A través del PAM, los centros educativos tienen autonomía para aplicar acciones de mejora como por ejemplo: desdobles, grupos flexibles, ampliaciones curriculares, refuerzos dentro y fuera del aula,... Cada centro educativo, atendiendo a su idiosincrasia define y diseña las acciones que considera más acertadas. Este programa se concibe como una herramienta de concreción del proyecto educativo que debe servir para que cada centro diseñe las intervenciones educativas que mejor se ajusten a su realidad.


¿Y cómo vamos de cultura evaluadora?

Aunque era algo que ya sabía,  esta tarea de supervisión me ha demostrado la falta de cultura de evaluación y (auto)evaluación de los centros educativos. Es cierto que esta falta de cultura evaluadora es totalmente extrapolable a un sinfín de organizaciones (públicas y privadas), pero también es cierto que aquellas organizaciones catalogadas como "punteras" tienen instaurada la cultura de la autoevaluación e incluso la evaluación externa de sus proyectos y programas, y es que...

"Lo que no se mide no se puede mejorar"


No se trata de "burocratizar" y diseñar sistemas de evaluación exhaustivos, sino de ser conscientes de lo que se hace, reflexionar sobre su eficiencia y gestionar de la mejor forma posible los recursos que destinamos a una u otra acción. En muchos casos, los centros educativos dedican grandes esfuerzos y recursos a acciones que tienen un impacto tremendamente limitado sobre el alumnado, incluso un impacto negativo o contraproducente sobre el clima de la comunidad educativa. Estoy totalmente convencido que si se dedicara un mínimo de tiempo a reflexionar sobre la evaluación de las iniciativas y programas desarrollados por los centros educativos se tendría un impacto positivo sobre el alumnado.


¿Y qué proceso debemos seguir para evaluar el PAM y otros planes de centro?

  1. Conocernos (DAFO) y diseñar un programa o plan que mejore nuestra situación actual.
  2. Identificar los objetivos y características legislativas y pedagógicas del programa o plan que queremos llevar adelante.
  3. Diseñar el plan de evaluación (modelo, criterios, indicadores, agentes, momento,...).
  4. Evaluar el diseño (contexto, viabilidad, adecuación, plan de acción,...) y redefinir si procede
  5. Poner en práctica el programa o plan de mejora.
  6. Evaluar el desarrollo (grado de consecución de objetivos (tendencia), conflictos, situaciones problemáticas) y redefinir si procede.
  7. Evaluar los resultados (grado de consecución de objetivos, impacto directo e indirecto, costes materiales e inmateriales,...).
  8. Análisis de resultados, propuestas de mejora (aprendizajes), difusión e institucionalización.


Por favor... ¡Un ejemplo concreto y práctico!

Supongamos que después de analizar nuestra situación actual detectamos la necesidad de mejorar el éxito escolar en el segundo curso de la ESO. Atendiendo a nuestras fortalezas (por ejemplo, la formación del profesorado y el buen ambiente cooperativo existente entre el equipo educativo de este nivel) y las oportunidades (por ejemplo, la dotación de recursos humanos para poner en práctica el programa de mejora), decidimos aplicar, como acción de mejora, el refuerzo extra de un profesor o profesora en el aula para aquellas asignaturas que un mayor índice de suspensos.

¿Cómo evaluamos esta acción de mejora?

 Pues podríamos emplear tres simples indicadores, como por ejemplo:

  1. El índice de aprobados.
  2. La nota media.
  3. La satisfacción del profesorado.

Los dos primeros indicadores son cuantitativos y deberían compararse con el índice de aprobados y con la nota media de esa misma materia, pero en el curso anterior, es decir en el curso en que no se aplicó esa medida de mejora. El tercer indicador tiene un carácter más cualitativo y subjetivo, pero es importante correlacionar ambos tipos de indicadores. La tecnología y los programas de gestión con los que cuentan los centros educativos facilitan enormemente la obtención y comparación del índice de aprobados y de la nota media. Para el caso de la satisfacción del profesorado, bastaría con incluir una o dos preguntas relacionadas con esta acción de mejora dentro de la encuesta de satisfacción que el equipo directivo debería pasar a su claustro al menos, dos veces a lo largo del curso (recomiendo que una sea antes de las vacaciones de Navidad y otra a final de curso).


¿Y qué acciones de mejora implantamos para un problema determinado?

La acción de mejora dependerá de la visión, misión, objetivos y prioridades de actuación de cada centro (PEC). Así, por ejemplo, un centro que tenga como bandera la inclusión educativa debería aplicar el refuerzo dentro del aula en lugar del refuerzo fuera del aula, o la presencia de dos profesores en el aula en lugar de los desdobles.


¿Podemos ser más técnicos?

Por supuesto que podemos ser más técnicos. Para complementar la propuesta de esta entrada y profundizar más en la evaluación de centros educativos, de sus planes y proyectos de mejora, aquí te dejo unos interesantes artículos de investigación:

Te deseo un fantástico miércoles,
Raül

NOTA: IMAGEN DESTACADA TOMADA DE PIXABAY

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